Típica noche oscura de verano. Lleva todo el día lloviendo y no tiene pinta de parar. Cada minuto veo un relámpago y cada segundo a continuación de este suena su correspondiente trueno. Lo peor de esto es que es tarde, son las doce menos diez de un martes trece. Todo apunta a un asesinato pero yo no tengo planeado morir esta noche. Menuda coincidencia que las farolas de mi barrio se han apagado y por detrás venga el típico drogado diciendo estupideces. Me estoy empapando y llevo mi vestido negro porque iba a ir de fiesta. Os preguntaréis que por qué he sido tan estúpida de no coger un paraguas pero es que así la historia es más tétrica. Continúo. Voy andando por el callejón con la lluvia de verano, los relámpagos, los truenos y el yonki este detrás, vestida de una forma demasiado provocativa y qué coincidencia que no tengo batería en el móvil. Camino. Al girar la esquina se enciende la luz de una farola, al menos ahora veo algo. Me asusto al oír un perro aullando, por los truenos, seguramente, se apaga la farola y se enciende la siguiente. Veo a un hombre en la esquina, es la típica sombra que te va a apuñalar pero ni siquiera me lo creo así que sigo mi camino. Se apaga la luz, se enciende la siguiente farola. Parece que alguien o algo me estuviera gastando una broma, es como si me encontrase en la típica película de miedo que no consigue asustarme. Llego a la cuarta farola, se enciende, se apaga la otra. La sombra sigue ahí esperando, no se mueve. Me encuentro a escasos diez metros de ella y no veo nada. Cuando paso a su lado resulta que era un árbol, no recordaba que el árbol estuviera ahí. No sé qué ha sido del cuerpo escombro que me seguía, ya no está. Cada vez llueve más y veo menos, estoy completamente empapada pero da igual, el caso es que sigo queriendo ir a la fiesta. Son las doce menos ocho y me tropiezo de repende. No había ni escalón, ni piedra, ni tampoco llevo tacones. Por casualidad viene un coche a toda velocidad y yo con mi mala suerte estoy en medio de la carretera. El coche se encuentra a escasos dos metros de mí cuando cierro los ojos y cuando los abro ha desaparecido. Imaginaciones, supongo. Me pongo en pie y me arreglo el vestido. Estoy empapada y ahora sucia. Me doy cuenta de que tengo una marca en el brazo, es una V. Sigo caminando a mi destino cuando me he dado cuenta de que ha pasado de llover. Ahora se puede ver una noche estrellada y con el cielo despejado. Estoy seca, limpia y en mi brazo la V se ha transformado en una A. Aliviada pensé que alguien me había echado drogas en la comida, pero en mi casa no creo que lo hayan hecho. Todas las luces de la calle, las casas y los coches se encienden de repente. Las alarmas saltan y yo grito. Esto no me lo esperaba. No le doy importancia, son solo imaginaciones. Vuelvo a mirarme de arriba a abajo y estoy bien, solo que la marca ha cambiado, ahora es un 5 o una S, no lo tengo claro.
Dos se están dando el lote en la siguente calle. Hay algo que veo extraño. Miro con curiosidad y me doy cuenta de que tienen la lengua partida, como si fueran serpientes, entonces es cuando se dan cuenta de mi presencia y me hacen ese sonido que hacen las serpientes con la lengua, vosotros sabéis a lo que me refiero. Vuelvo a mirarme el brazo por si ha vuelto a cambiar la marca pero no tengo nada. Son las doce menos siete. Se me hace eterno el camino, el sitio no está lejos y sólo he pasado una calle. Algo me pincha en la pierna, miro. El puto yonki me acaba de clavar su navaja. Grito y me caigo al suelo. Eso no me esperaba, creí que había desaparecido. Este no puede ser mi fin, no puedo morir así. Abro los ojos por última vez y la cabeza me da vueltas. La navaja no está, el yonki tampoco, pero vuelvo a tener una marca, esta vez una M. Me preocupo, es como que alguien me quiere decir algo. Me levanto. No siento nada y es entonces cuando en la pared de enfrente veo una gran O o quizás sea un círculo. Antes no estaba. Miro atrás y de nuevo al frente. La O o el círculo ha desaparecido. Es todo tan extraño.
Me quedan dos cruces y llego. Son ya las doce menos cinco y esto se me hace eterno. Estoy esperando el semáforo. Veo pasar un coche verde, que ya es raro ver coches verdes, lo vuelvo a ver pasar, así cinco veces hasta que por casualidad me doy con el espejo y me vuelve a salir una marca. Es una R. Tengo miedo, me estoy poniendo nerviosa y estoy empezando a sudar. Qué me pasa. Cruzo rápidamente y justo después vuelve a aparecer el mismo coche verde. Son las doce menos siete.
Un solo cruce y ya está. Vuelvo a tropezar y me caigo. En la losa de la acera hay una I pintada de rojo. Es entonces cuando me doy cuenta. Me queda un cruce y una letra, la R.
No soy capaz de creerlo, alguien me quiere muerta y lo va a conseguir a este paso aunque puede que sean imaginaciones mías, como todo lo anterior. Me paro en el último cruce y ahí está la R. La última letra de la frase que iba a condicionar mi vida. "Es una broma de mal gusto" pensé. Oigo música del local. No viene ningún coche así que cruzo. Lo normal hubiese sido que el anterior coche verde apareciese y me atropellase, entonces moriría y fin de la historia. No hay puerta así que entro al local.
No hay nadie, solo tres velas y una ouija. Alguien quiere que vuelva a jugar. Alguien quiere decirme algo. La puerta se cierra de golpe. Estoy atrapada. Miro al suelo donde se encuentra el tablero y leo: juega hasta morir o haré que tu muerte sea un juego para mí. Sabía que este día iba a llegar. Me ha encontrado y ahora quiere que vaya con él.
Sois vosotros los que os habéis imaginado la historia, si continuas con esto acabarás como yo. Muerta.
Si has llegado hasta aquí es que puedes leer mis pensamientos. Tan solo una vía de escape que me hace sentir bien.
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