viernes, 27 de junio de 2014

Historias de madrugada.

Típica noche oscura de verano. Lleva todo el día lloviendo y no tiene pinta de parar. Cada minuto veo un relámpago y cada segundo a continuación de este suena su correspondiente trueno. Lo peor de esto es que es tarde, son las doce menos diez de un martes trece. Todo apunta a un asesinato pero yo no tengo planeado morir esta noche. Menuda coincidencia que las farolas de mi barrio se han apagado y por detrás venga el típico drogado diciendo estupideces. Me estoy empapando y llevo mi vestido negro porque iba a ir de fiesta. Os preguntaréis que por qué he sido tan estúpida de no coger un paraguas pero es que así la historia es más tétrica. Continúo. Voy andando por el callejón con la lluvia de verano, los relámpagos, los truenos y el yonki este detrás, vestida de una forma demasiado provocativa y qué coincidencia que no tengo batería en el móvil. Camino. Al girar la esquina se enciende la luz de una farola, al menos ahora veo algo. Me asusto al oír un perro aullando, por los truenos, seguramente, se apaga la farola y se enciende la siguiente. Veo a un hombre en la esquina, es la típica sombra que te va a apuñalar pero ni siquiera me lo creo así que sigo mi camino. Se apaga la luz, se enciende la siguiente farola. Parece que alguien o algo me estuviera gastando una broma, es como si me encontrase en la típica película de miedo que no consigue asustarme. Llego a la cuarta farola, se enciende, se apaga la otra. La sombra sigue ahí esperando, no se mueve. Me encuentro a escasos diez metros de ella y no veo nada. Cuando paso a su lado resulta que era un árbol, no recordaba que el árbol estuviera ahí. No sé qué ha sido del cuerpo escombro que me seguía, ya no está. Cada vez llueve más y veo menos, estoy completamente empapada pero da igual, el caso es que sigo queriendo ir a la fiesta. Son las doce menos ocho y me tropiezo de repende. No había ni escalón, ni piedra, ni tampoco llevo tacones. Por casualidad viene un coche a toda velocidad y yo con mi mala suerte estoy en medio de la carretera. El coche se encuentra a escasos dos metros de mí cuando cierro los ojos y cuando los abro ha desaparecido. Imaginaciones, supongo. Me pongo en pie y me arreglo el vestido. Estoy empapada y ahora sucia. Me doy cuenta de que tengo una marca en el brazo, es una V. Sigo caminando a mi destino cuando me he dado cuenta de que ha pasado de llover. Ahora se puede ver una noche estrellada y con el cielo despejado. Estoy seca, limpia y en mi brazo la V se ha transformado en una A. Aliviada pensé que alguien me había echado drogas en la comida, pero en mi casa no creo que lo hayan hecho. Todas las luces de la calle, las casas y los coches se encienden de repente. Las alarmas saltan y yo grito. Esto no me lo esperaba. No le doy importancia, son solo imaginaciones. Vuelvo a mirarme de arriba a abajo y estoy bien, solo que la marca ha cambiado, ahora es un 5 o una S, no lo tengo claro.
Dos se están dando el lote en la siguente calle. Hay algo que veo extraño. Miro con curiosidad y me doy cuenta de que tienen la lengua partida, como si fueran serpientes, entonces es cuando se dan cuenta de mi presencia y me hacen ese sonido que hacen las serpientes con la lengua, vosotros sabéis a lo que me refiero. Vuelvo a mirarme el brazo por si ha vuelto a cambiar la marca pero no tengo nada. Son las doce menos siete. Se me hace eterno el camino, el sitio no está lejos y sólo he pasado una calle. Algo me pincha en la pierna, miro. El puto yonki me acaba de clavar su navaja. Grito y me caigo al suelo. Eso no me esperaba, creí que había desaparecido. Este no puede ser mi fin, no puedo morir así. Abro los ojos por última vez y la cabeza me da vueltas. La navaja no está, el yonki tampoco, pero vuelvo a tener una marca, esta vez una M. Me preocupo, es como que alguien me quiere decir algo. Me levanto. No siento nada y es entonces cuando en la pared de enfrente veo una gran O o quizás sea un círculo.  Antes no estaba. Miro atrás y de nuevo al frente. La O o el círculo ha desaparecido. Es todo tan extraño.
Me quedan dos cruces y llego. Son ya las doce menos cinco y esto se me hace eterno. Estoy esperando el semáforo.  Veo pasar un coche verde, que ya es raro ver coches verdes, lo vuelvo a ver pasar, así cinco veces hasta que por casualidad me doy con el espejo y me vuelve a salir una marca. Es una R. Tengo miedo, me estoy poniendo nerviosa y estoy empezando a sudar. Qué me pasa. Cruzo rápidamente y justo después vuelve a aparecer el mismo coche verde. Son las doce menos siete.
Un solo cruce y ya está. Vuelvo a tropezar y me caigo. En la losa de la acera hay una I pintada de rojo. Es entonces cuando me doy cuenta. Me queda un cruce y una letra, la R.
No soy capaz de creerlo, alguien me quiere muerta y lo va a conseguir a este paso aunque puede que sean imaginaciones mías, como todo lo anterior. Me paro en el último cruce y ahí está la R. La última letra de la frase que iba a condicionar mi vida. "Es una broma de mal gusto" pensé. Oigo música del local. No viene ningún coche así que cruzo. Lo normal hubiese sido que el anterior coche verde apareciese y me atropellase, entonces moriría y fin de la historia. No hay puerta así que entro al local.
No hay nadie, solo tres velas y una ouija. Alguien quiere que vuelva a jugar. Alguien quiere decirme algo. La puerta se cierra de golpe. Estoy atrapada. Miro al suelo donde se encuentra el tablero y leo: juega hasta morir o haré que tu muerte sea un juego para mí. Sabía que este día iba a llegar. Me ha encontrado y ahora quiere que vaya con él.
Sois vosotros los que os habéis imaginado la historia, si continuas con esto acabarás como yo. Muerta.

Iguales o diferentes

Estamos en el mismo barco. No nos queremos, solo somos dos extraños que pasan tiempo juntos. Es raro porque es como si estuviéramos pasando por lo mismo, quiero decir, tú no me quieres, lo sé, y yo no te quiero, lo sabes, pero actuamos como si algún día lo fuéramos a hacer. ¿Qué nos une? Nada. ¿Qué nos separa? Nada tampoco. ¿Por qué entonces tratamos de importarnos? Quién sabe, yo desde luego no. En estos momentos la vida me parece un gran misterio, quiere decirte algo pero no sabes qué.
En fin, me he quedado en blanco y ya no sé qué más decir.

jueves, 26 de junio de 2014

Noches de verano

Hoy es una de esas noches de verano en las que no puedes parar de pensar. Le das vueltas a todo en la cabeza y comienzas a recordar, y a recordar, y a recordar. Esta noche (como la mayoría de las noches desde hace un año, qué estupidez) estoy pensando en ti. Ahora tu olor está conmigo, presente, es como si estuvieras a mi lado y no me tocases. Es un olor reconfortante, me recuerda a aquella noche en la que no te soltaba, ni tú me soltabas. Éramos uno. Y vamos y venimos y hasta que nos cansemos. Un día todo esto acabará, lo sé, mal o bien pero esto acabará. A veces pienso, ya me has gustado (por decir algo sutil, has sido más que un "me gustas") ¿será posible que me vuelvas a gustar? Oh, qué tontería, sé que no lo dejarás de hacer, que no me dejarás de gustar. Me siento como una idiota aferrada a tu colonia, es lo único que tengo de ti ahora mismo, es lo único que me hace sentir bien, que me reconforta. Tienes una forma preciosa de ser como eres, tienes una forma preciosa de volverme loca. Me ha gustado esa frase "tienes una forma preciosa de volverme loca". Igual quedaría mejor cambiando el orden de las palabras a "tienes una preciosa forma de volverme loca" o no. Me gusta más la primera forma, a demás, me ha salido de forma más espontánea, así sin pensar y me ha encantado. Como tú. Estas noches se me van a hacer eternas, lo sé, más aún si no hablamos, lo intuyo. Son las doce menos diez y llevo todo el día pensando en ti. Son las doce menos nueve y llevo toda la semana pensando en ti. Siguen siendo las doce menos nueve y llevo todo el mes pensando en ti. Aún son las once menos nueve y me he dado cuenta de que pienso en ti desde hace un año, en mayor o menor medida, pero no sé cómo lo haces que siempre estás presente.
Son las doce menos ocho y creo que va siendo hora de que me despida y te diga que te quiero.
Te quiero.

Historia de noventa y un días y tú.

Día uno: me he olvidado de hablarte.
Día dos: espero a que me hables.
Día tres: no voy a dar importancia a que no hablemos en dos días.
Día cuatro: seguimos sin hablar, algo pasa.
Día cinco: hace días que no hablamos y noto algo extraño.
Día seis: espero.
Día siete: algo le pasa.
Día ocho: alguien le pasa, bueno, le está pasando por su vida.
Día nueve: ya no tengo nada que hacer por las noches.
Día diez: decido quedarme casi toda la noche en vela, esperando que me hables, mirando tus últimas conexiones. No lo haces.
Día once: parece que ya no te apetece hablar conmigo.
Día doce: ¿qué va a pasar con nosotros?
Día trece: me echo a llorar.
Día catorce: no sé que nos ha pasado, ¿he hecho algo mal?
Día quince: han pasado dos semanas y ya no hablamos.
Día dieciséis: me ha olvidado.
Día diecisiete: no estoy bien.
Día dieciocho: te veo pasear de la mano con otra.
Día diecinueve: rumores me llegan. Dicen que estás con otra.
Día veinte: llego a la conclusión de que era ella lo que te pasaba.
Día veintiuno: no puedo no hablar contigo.
Día veintidós: me hundo, no tengo ganas de nada.
Día veintitrés: otra noche más llorando en la cama.
Día veinticuatro: la almohada ya se ha acostumbrado a mis lágrimas.
Día veinticinco: me hablan de ti.
Día veintiséis: hago que estoy bien.
Día veintisiete: recuerdo todos los momentos juntos, todos. No se van de mi cabeza, recuerdo ese día y me hundo más.
Día veintiocho: ¿qué nos ha pasado?
Día veintinueve: sigo pensando en ti.
Día treinta: ha pasado un mes y no puedo entender nada, desapareciste así sin más, me has dejado sola. Has dejado un vacío en mi interior que nadie puede ocupar, lo que sentí por ti no lo sentí por nadie. Lloro, a oscuras en mi habitación.
Día treinta y dos: te di todo de mí y tú no lo querías.
Día treinta y tres: vuelvo a preguntarme qué es lo que hice mal.
Día treinta y cuatro: te echo de menos.
Día treinta y cinco: intento odiarte pero no me sale, han sido demasiadas las cosas buenas que hemos hecho juntos, los ratos que hemos pasado y no los quiero olvidar, ni lo voy a hacer:
Día treinta y seis: vuelvo a verte, estás más guapo que nunca.
Día treinta y siete: pequeñas indirectas son las que distingo por las redes sociales.
Día treinta y ocho: me distraigo y hoy no pienso en ti.
Día treinta y nueve: nos miramos y no decimos nada.
Día cuarenta: ha pasado mucho tiempo y yo sigo aquí sin respuestas creyendo que todo fue mi culpa.
Día cuarenta y uno: esta historia nunca tendrá punto final, siempre se quedará a medias.
Día cuarenta y dos: tirada en la cama no tengo ganas de nada.
Día cuarenta y tres: me limito a hacer las cosas por obligación.
Día cuarenta y cuatro: estoy melancólica.
Día cuarenta y cinco: me cansan las personas que hay a mi alrededor.
Día cuarenta y seis: estoy cambiando.
Día cuarenta y siete: no me importa nada.
Día cuarenta y ocho: la gente me pregunta qué me pasa. Yo no sé qué contestar.
Día cuarenta y nueve: estoy vacía, desde que te fuiste no tengo ganas de nada, has dejado un hueco que nadie va a volver a llenar, lo sé, lo supe desde el principio.
Día cincuenta: hace mucho que no te veo y te extraño.
Día cincuenta y uno: tengo que intentar salir de esta.
Día cincuenta y dos: no puedo seguir atada a ti.
Día cincuenta y tres: decido que no te volveré a hablar.
Día cincuenta y cuatro: dicen que cuando quieres a alguien tienes que dejarlo libre y que si te quiere volverá.
Día cincuenta y cinco: intento creer la teoría del día anterior.
Día cincuenta y seis: alguien aparece.
Día cincuenta y siete: alguien me molesta, es el mismo de ayer.
Día cincuenta y ocho: me doy cuenta de que ya no soy la misma.
Día cincuenta y nueve: al menos ya no pienso tanto en ti.
Día sesenta: siempre te he querido.
Día sesenta y uno: han pasado ya dos meses desde que estábamos bien.
Día sesenta y dos: no te veo desde hace tiempo y eso me ayuda y a la vez no.
Día sesenta y tres: salgo a la calle y espero verte, no lo hago.
Día sesenta y cuatro: ya no puedo seguir con esto.
Día sesenta y cinco: de ahora en adelante pensaré solo en mí.
Día sesenta y seis: finjo ser feliz.
Día sesenta y siete: la gente sigue preguntándome qué me pasa. 
Día sesenta y ocho: llevo así mucho tiempo y me niego a seguir mal.
Día sesenta y nueve: hoy no me he acordado de ti.
Día setenta: con tanto estrés del instituto no me acuerdo de ti.
Día setenta y uno: hoy solo puedo pensar en estudiar.
Día setenta y dos: hoy me dedico a ir de compras.
Día setenta y tres: hoy me dedico a cantar.
Día setenta y cuatro: una buena tarde tirada en el sofá viendo películas.
Día setenta y cinco: alguien aparece.
Día setenta y seis: ese alguien me distrae.
Día setenta y siete: sé lo que sentías y por qué te fuiste, te comprendo y ahora cada vez me vuelvo más como tú.
Día setenta y ocho: este chico me cansa.
Día setenta y nueve: este chico no me deja en paz.
Día ochenta: se acabó, no quiero saber nada más de este chico.
Día ochenta y uno: exámenes finales, no puedo distraerme.
Día ochenta y dos: más exámenes, solo vivo para eso.
Día ochenta y tres: que acabe ya esto.
Día ochenta y cuatro: hoy salgo de fiesta y conozco a alguien.
Día ochenta y cinco: hablo con el chico de anoche pero hay algo que no cuadra.
Día ochenta y seis: no sé, me gustaría estar con alguien y este chico tiene todas las papeletas.
Día ochenta y siete: no hablamos demasiado pero está bien, me gusta, pero no siento lo mismo que sentí por ti en su momento.
Día ochenta y ocho: me lío con ese chico.
Día ochenta y nueve: nueva fiesta, te encuentro ahí.
Día noventa: me hablas, de nuevo, han pasado tres meses casi y ayer estuviste en mis brazos, no quería soltarte, me negaba a ello, te he extrañado muchísimo pero ahora tengo que ser fuerte, no puedo dejar que me vuelvas a hacer pasar por lo que he pasado, aunque puede que eso me lo buscase yo sola, o puede que intente echarme la culpa de ello. No sé, tu perfume me rodea.
Día noventa y uno: la historia continúa y no acaba aquí, no acaba, no creo que lo haga.

miércoles, 25 de junio de 2014

Como café frío por la mañana

El café ya está frío y las tostadas se han quemado. A través del cristal veo a la gente pasar y las gotas golpearlo. Es un día frío de diciembre y yo ahora es cuando te extraño. Me asomo a la ventana y veo una sombra en la esquina, junto a la farola. Alguien llama a casa desde una cabina de teléfono. Resulta que es aquel a quien extrañaba, ha vuelto y yo no estoy segura. Está ahí fuera esperando bajo la lluvia una respuesta y yo no sé qué decir, tampoco puedo. Estoy helada.
Bajo las escaleras a toda prisa mientras por el camino me pongo mi chubasquero rojo. Llego junto a él y lo primero que dice es: "aquí está la chica del chubasquero rojo, tal y como recuerdo. No has cambiado".
Sonríe.
Una lágrima me recorre la mejilla. Me dice: "¿por qué lloras?". Y es entonces cuando me hundo. No tiene ni idea de lo que ha pasado todo este año. De lo que he pasado. Es difícil de explicar como estoy ahora pero es fácil de entender una vez que lo has pasado. Cuando todo acaba, los recuerdos vuelven en forma de flashbacks que te nublan la vista, no dejan que veas la realidad, solo el pasado.
Vuelvo a ser consciente de que está ahí y que necesita una respuesta.
"Tiempo" dije, "necesito tiempo, necesito que me dejes pensarlo y que me expliques mil cosas".
Fue entonces cuando me besó la frente, nos fundimos en un abrazo y no volvimos a vernos.

lunes, 9 de junio de 2014

Tengo ganas de ti.

Ganas. Tengo muchas ganas. Es de esas veces que estás muy impaciente y que no aguantas. No dejo de imaginar miles de historias y todas ellas acaban igual: con besos.
Ganas. Tengo muchas ganas. Es una historia que me apetece empezar y no acabar. Es una historia que me encanta repetir miles de veces en mi cabeza.
Todo lo de ese día viene a mí como en flashbacks y me encanta.
Tengo muchas ganas de repetir.
De repetirte.
De volver a probarte.
De que me vuelvas a probar.
De volver a morderte.
De que me vuelvas a morder.
De que me vuelvas a hacer sentir de aquella forma.
De que no pares.
De que me hagas perder el control como la ultima vez.
De hacerte perder el control.
De que no me sueltes.
De no soltarte.
De que me abraces.
De abrazarte.
De sentarme encima.
De reírme.
De hacerte reír.
De que me preguntes por qué me rio.
De contestarte que lo hago porque me gusta.
De escaparme.
De que nos escapemos.
De irme lejos.
De que nos vayamos lejos.
De hacer locuras.
De que hagamos locuras juntos.
De no parar hasta acabar.
De empezar a quererte.
Quedan cuatro días y tengo ganas. Muchas ganas.

domingo, 8 de junio de 2014

Regreso al bienestar.

Hacía mucho que no sentía nada parecido a esto. Ahora es cuando me apetece sonreír y estar con la gente. Ya no soy oscuridad sino luz. Quizás lo único que necesitaba era lo que tuve hace dos noches el día de la graduación. Ahora vivo en uno de esos momentos en los que ya estás bien, aunque sé que puede salir mal pero, no sé, ya no me lo parece. Lo que necesitaba era conocer a alguien nuevo. Alguien que me haga sonreír, disfrutar, que me haga estar bien y sentirme a gusto. Alguien que tenga esa cosa que me guste y que me haga despertar.
Y por fin alguien lo hizo. Y puede que a partir de ahora esto cambie y todo sea mejor o puede que acabe mal pero este es uno de esos momentos en los que me da completamente igual porque por fin puedo decir que vuelvo a ser feliz aunque haya pasado todo de una forma extraña.
Ahora la sonrisa de tonta no me la quita nadie.

domingo, 1 de junio de 2014

Me gusta.

Ahora mismo es uno de esos momentos en los que tengo una sensación extraña. Tiemblo por dentro y no sé por qué la verdad. Aparentemente todo parece que va a volver a ser como antes pero no me quiero hacer ilusiones, no va a volver.